Un reciente libro periodístico descorre el llamativo velo que cubría al atentado más sangriento de los 70 —esa década plena de odio y plomo— y, en realidad, de la historia argentina hasta la voladura de la AMIA, en 1994. Además, desnuda la falta de empatía de la Justicia y de buena parte de la dirigencia política hacia las víctimas de los grupos guerrilleros, como si esos muertos no fueran argentinos ni tuvieran derechos.
